Última semana en Mangalagiri. Quién nos iba a decir, cuando llegamos, que el tiempo pasaría tan rápido y que, los que eran los chicos de la casa pasarían a formar parte de nuestra familia. Así es, nuestra familia, porque no se necesita compartir genes para crear lazos tan fuertes. Hemos descubierto que quienes vivimos el carisma lasaliano compartimos un sentimiento, con una misión en común, tan fuerte que traspasa todas las fronteras. Poco a poco, quienes empezaron siendo completos desconocidos comenzaron a tener un nombre, un rostro, un carácter, una historia… Con ellos hemos aprendido el verdadero significado de acogida, de dar todo por los demás y a valorar los pequeños gestos y detalles que nos rodean día a día; invisibles para aquellos ojos que miran, pero no ven.
Llegamos pensando en lo que íbamos a dar a los demás, pero nos vamos pensando en todo lo que hemos recibido, lo que hemos aprendido y la gran experiencia vivida. Solo tenemos palabras de agradecimiento, tanto para quienes nos han apoyado y nos han permitido disfrutar de esta experiencia, como para quienes nos han recibido en su hogar y nos han abierto la puerta de su casa sin miramientos, siempre con una gran sonrisa y con el corazón encima de la mesa.
El trabajo de la última semana ha sido intenso, pero el esfuerzo realizado ha tenido su recompensa el día de la inauguración del comedor. Nos invadió el orgullo y el agradecimiento a PROYDE al verlo terminado y, sobre todo, al ver a nuestros hermanos del Sur tan contentos. Cada gota de sudor, cada día de trabajo bajo el sol… todo ha merecido la pena por ver sus caras y sus ojos llenos de alegría.
Al despedirnos de la India, sentimos que nuestro interior ha cambiado. Salir de la burbuja occidental en la que vivimos, en nuestra sociedad envolvente en la que todo gira sin parar, nos ha hecho descubrir lo que realmente es importante en la vida, la calidad humana.
Ana, Andrea, Fátima, Luis y Rafa.
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Las mujeres que tienen una mayor influencia sobre las decisiones domésticas pueden mejorar considerablemente la situación alimentaria de sus hijos e hijas. La educación de la mujer conlleva también múltiples beneficios para la infancia.
Las mujeres que han accedido a la educación tienen una mayor influencia en la toma de decisiones dentro de la familia y en el entorno. Así pueden promover mejores prácticas de salud que repercuten en mejores tasas de supervivencia y en una mejora generalizada en la alimentación y la sanidad.
La autonomía de la mujer dentro del hogar aumenta la posibilidad de que sus hijos e hijas, especialmente estas últimas, participen en todos los grados educativos.
Campaña PROYDE 2007-08
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