Mirar al Sur / Noticias
RR HH - Voluntariado de Verano
Noticias enviadas por los Voluntarios/as de Verano, directamente desde el Sur: India, Bénin, Burkina Faso, Camerún, Costa de Marfil, Etiopía, Guinea Ecuatorial, Mozambique, Rwanda, Tchad, Togo, Argentina, Guatemala, Nicaragua, Perú.
Última semana en Mangalagiri. Quién nos iba a decir, cuando llegamos, que el tiempo pasaría tan rápido y que, los que eran los chicos de la casa pasarían a formar parte de nuestra familia. Así es, nuestra familia, porque no se necesita compartir genes para crear lazos tan fuertes. Hemos descubierto que quienes vivimos el carisma lasaliano compartimos un sentimiento, con una misión en común, tan fuerte que traspasa todas las fronteras. Poco a poco, quienes empezaron siendo completos desconocidos comenzaron a tener un nombre, un rostro, un carácter, una historia… Con ellos hemos aprendido el verdadero significado de acogida, de dar todo por los demás y a valorar los pequeños gestos y detalles que nos rodean día a día; invisibles para aquellos ojos que miran, pero no ven.
Llegamos pensando en lo que íbamos a dar a los demás, pero nos vamos pensando en todo lo que hemos recibido, lo que hemos aprendido y la gran experiencia vivida. Solo tenemos palabras de agradecimiento, tanto para quienes nos han apoyado y nos han permitido disfrutar de esta experiencia, como para quienes nos han recibido en su hogar y nos han abierto la puerta de su casa sin miramientos, siempre con una gran sonrisa y con el corazón encima de la mesa.
Segunda semana en Nagapattinam. 7:55am, el despertador suena. En cinco minutos es la hora de desayunar, de coger fuerzas para el nuevo día aquí. Es lunes, por lo que tenemos toda la semana por delante. La incertidumbre de no saber cuál es nuestra tarea hasta el último momento es continua, y se apodera de nosotros mientras disfrutamos las típicas tortas de arroz que desayunamos todos los días, acompañadas de café (o té). Aún no sabemos el papel tan grande que jugará esta improvisación en nuestro día a día.
Después, llega la hora de ir al cole. Nuestro trabajo con los más pequeños va dando resultados: escribimos con ellos los números, las letras… e incluso con algunos los colores.
Y la verdad es que nos sorprende que a pesar de la gran diferencia que existe entre unos y otros en su ritmo de aprendizaje, todos se saben nuestros nombres. A día de hoy es innegable el cariño que nos hemos cogido entre todos. Por otro lado, con los mayores seguimos con los talleres: máscaras de animales, pulseras, muñequitos con pinzas de la ropa… Además de dar alguna que otra clase de ciencias en las que aprendimos nosotros incluso más que ellos. Hasta hemos podido presenciar los ensayos del desfile que realizarán con motivo del día de la Independencia el 15 de agosto.
Permitidme que os hable durante algunas líneas sobre el colegio que los Hermanos de La Salle tienen a las afueras de la pequeña aldea de Keesara, en pleno centro del Estado de Andhra Pradesh, a escasos 50 km de su capital, la ciudad de Vijawavara, en cuyo aeropuerto aterrizó hace algo más de una semana el quinto avión que incluía el comienzo de mi periplo por la India.
Una doble puerta metálica con salida directa a la autovía permite al visitante comenzar un despejado sendero de tierra que discurre entre plantaciones de algodón. Antes de doblar la primera curva, una imagen de la Virgen hace las veces de señal para indicar que en el seno de aquel lugar se habla cristiano, lo cual tiene poco que ver con la adscripción a un conjunto de creencias religiosas. Transcurridas un par de curvas más, un gran edificio abandonado sacude la curiosidad de un espectador que, rápidamente, se encontrará dialogando con los inquilinos de la pequeña casa levantada a uno de sus lados. Allí habitan algunas de las personas que trabajan para la escuela; en la actualidad, en concreto, el conductor de uno de los autobuses y la cocinera con sus respectivas familias. También allí, uno puede dar rápida respuesta a su incipiente curiosidad: hace algunos años, aquel lugar alojaba los grados 11 y 12 de la escuela, el equivalente a nuestro bachillerato. Por alguna razón, con la cual nadie parece estar demasiado conforme en la zona por la información que he ido obteniendo, en un momento dado se decidió prescindir de este servicio.
La segunda etapa de nuestro viaje comienza un martes 24 de julio. Ese día, Marta, Natalia y Rufino, acompañados por Auboubacar y el hermano Kienou (a los “mandos” de la furgoneta) viajamos desde Toussiana a Bobo-Dioulasso. Y, de repente, la lluvia… ahí estaba para recibirnos y convertirse en compañera diaria durante nuestra estancia en la segunda ciudad más grande de Burkina Faso.
En Bobo-Dioulasso, la ciudad de los “Dioula”, de los comerciantes (dioula tiene doble significado: etnia dioula y comerciante) la gente vive de pequeños comercios y rara es la persona que no se mueve en moto o en bicicleta, ya que “Bobo” (así la llaman aquí, por la otra etnia originaria de la ciudad) es una ciudad en la que se va edificando a lo largo y a lo ancho del territorio y las distancias son más bien largas. Además, por esta razón, se van perdiendo las tierras y las zonas de cultivo en la ciudad, por lo que la mayoría de la gente se dedica al comercio.
Después de pasar nuestros primeros quince días en Toussiana, aquí seguimos, disfrutando a tope de esta experiencia por tierras africanas.
Mirando atrás nos damos cuenta de que poco a poco todo esto nos va resultando más familiar y va formando parte de cada uno de nosotros. Después del primer fin de semana de llegada a Toussiana y acondicionamiento y de ese primer impacto de colores y de vida con el que nos encontramos, hemos pasado nuestras primeras dos semanas completas en Burkina Faso, han sido dos semanas bastante intensas, en las que nos hemos dedicado básicamente a dos cosas: a la construcción de una cancha de baloncesto para el nuevo centro de bachillerato (propiedad de los Hnos de La Salle) que están construyendo junto a uno de sus internados (por las mañanas) y a realizar actividades, talleres y juegos con niños y niñas (por las tardes). A diario compartimos con los hermanos “su ritmo” de vida, por las mañanas (menos los lunes y sábados) celebramos la eucaristía y por las tardes (antes de la cena) rezamos juntos. Intentamos también tener algunos ratos personales de lectura y descanso, para cuidarnos y poder estar bien preparados para afrontar cada día.