Deambulando por el pasillo de mi cole, hace algunas semanas, me crucé con una maestra metida de lleno en su tarea educadora, trabajando con uno de los pitufos de nuestras clases de Educación Infantil. En el bis a bis con Iván estaba nada más y nada menos que trabajando su mirada, y a través de ella sus dificultades para la comunicación. Además de aprender números, colores, cuentos... educar la mirada. Un momento... déjame pensar.

Estaba de charla hace pocos días con una amiga y caíamos en la cuenta de la importancia de mirar a los ojos de la otra persona cuando quieres de verdad comunicar algo, entrar en relación, establecer vínculos..., para ir algo más allá de la superficie de las cosas. Se trata de encontrar esa mirada que es capaz de abrir las puertas de tu interior y ofrecerlo gratuitamente al otro, como el mejor don que le puedes regalar. Un momento... déjame pensar.

De vez en cuando releo apuntes y reflexiones escritas hace algunos años en mi paso por tierras africanas. Hoy quiero rescatar algunas de esas palabras surgidas en el corazón de la selva guineana y que recientemente han vuelto a removerme por dentro. “Me van llamando la atención las miradas de los niños y niñas. Son intensas y profundas, cargadas de mensaje y de sentido. Transmiten sentimiento. Nunca me había fijado. No sé si en España se da también con tanta intensidad. Aunque no entiendan bien español, dominan el lenguaje de la mirada.”. Un momento... déjame pensar.

 

¿Y dónde quieren confluir todos estos momentos?

Lo tengo claro: necesitamos, hoy más que nunca, mirar el mundo con otra mirada. Necesitamos superar la mirada del hombre-televisión. Todo nos lo quieren meter por los ojos con el mínimo esfuerzo, sin remover mucho el trasero del sillón. Es la manera más sencilla de teledirigir hoy nuestras vidas, y además dejarnos con la conciencia muy tranquila. Relájate, mira... y disfruta. No hace falta que pienses más. Ya te lo ponemos todo delante, sin que tengas que esforzarte. Tú sólo traga y consume imágenes, creyendo inocentemente que ese es tu mundo y tu vida. No te preocupes por lo que hay detrás y delante, no merece la pena.

Necesitamos creer en el hombre-encuentro. Hemos sido creados como seres para la relación. Y nuestra mirada debe ser uno de esos puentes que cada día nos haga más hombres y mujeres, porque nos permite encontrarnos con el otro, decir cómo nos sentimos, transmitir nuestras necesidades, dejar fluir sentimiento... Los que nos movemos en el mundo educativo vamos aprendiendo poco a poco a traducir las miradas que cada día nos contemplan y vigilan desde los pupitres del aula. Es uno de los caminos más directos para lograr esa complicidad educativa que nos permite meternos en sus pequeñas y grandes vidas.

Necesitamos ir modelando la mirada del hombre-postconvencional (como le gusta llamar a algún filósofo). El criterio para mirar y valorar la realidad ya no soy yo, ni siquiera mi grupo de referencia más cercano.

Es una mirada universal, abierta, sin fronteras, gratuita, radicalmente humana... ¡Qué difícil! ¿verdad? Es una mirada creativa, despierta, esperanzada, llena de ilusión, que renueva el pequeño mundo circundante de cada día... ¿Habrá algo que se le resista? No lo creo.

Es una mirada liberadora, sin prejuicios, profunda, arrolladora, que reconstruye las fibras más débiles de nuestra personalidad... ¡Quién pudiera...!Es una mirada que descubre en cada hombre un hermano y en cada mujer una hermana, también en aquellos que viven en Requena, Bomudi o Tuticorín. ¡Así al mirarnos al espejo veremos al hombre! De lo contrario, quién sabe lo que seremos...

Es una mirada comprometida, transformadora, inquieta, revolucionaria, que no pacta con los imperios establecidos. ¡Hay que dar la cara!

Yo creo firmemente que es posible educarnos en esa mirada. Y siento que de verdad merece la pena. Los pasos que vas dando en ese camino te lo confirman. Hace poco alguien lo decía con otras palabras: “cuando estás en la más absoluta fragilidad y parece que no te queda nada, lo único que queda es lo que has querido y lo que te has sentido querido”.

Aprendamos a querer. O lo que es lo mismo, aprendamos a mirar. Otro mundo es posible y necesario; por eso necesitamos mirarlo de otra manera. Y esa mirada exige hoy de cada uno de nosotros y nosotras una orientación privilegiada: el Sur. Todos los que nos sentimos PROYDE queremos mirar al Sur de otra manera...

C.M.F.
Proyde Galicia