¡Buenas! Os escribimos desde Managua, donde hoy, 4 de agosto, hemos llegado para pasar nuestros últimos días en Nicaragua. Tenemos mucho que contaros, ya que desde el martes 26 de julio hasta hoy hemos estado en Waslala, nuestro destino final antes de volver a la capital. En estos últimos días no paramos de decir lo rápido que se nos ha pasado todo. “¡Ya hace más de un mes que estamos en Nicaragua!” “¡Parece que fue ayer cuando llegábamos a Ubú Norte, nuestro primer destino!” “¡Qué rápido ha pasado el tiempo, y ya estamos terminando!”... Y así es. Waslala era nuestra última casa antes de volver a Managua, y aquí estamos, contándoos cómo han transcurrido nuestros días.

El que nos recibió fue el padre Carlos. La verdad es que teníamos muchas ganas de conocerlo, porque en todos los lugares en los que hemos estado nos han hablado de él y de sus muchas anécdotas. Y ahora que le hemos conocido podemos decir que ¡tenían toda la razón! Es un hombre increíble. Lleva más de veinte años como párroco en diferentes parroquias (en Waslala lleva ya cinco), e historias que contar no le faltan, pues la experiencia es un plus.

El miércoles tuvimos la ya habitual reunión inicial con el equipo técnico que coordina las diferentes escuelas de las comunidades de Waslala. En este caso es una mujer, Gloria, la coordinadora. Les explicamos en qué iban a consistir las diferentes capacitaciones que íbamos a impartir, tanto a maestros como a padres, y cómo nos íbamos a distribuir, así como los materiales que íbamos a necesitar. Después nos acompañaron a dar una pequeña vuelta por la zona. Waslala es un pueblo tranquilo y no muy grande, de unos nueve mil habitantes en el casco urbano. De todos los lugares en los que hemos estado, es el que se encuentra a más metros sobre el nivel del mar (unos cuatrocientos), y eso se nota sobre todo por las noches, que no son tan calurosas.

Por la tarde, el padre Carlos nos acompañó a conocer algunos lugares de la ciudad. Visitamos unos locales de la parroquia, que utilizan para encuentros pastorales. A continuación fuimos a ver un asilo de ancianos (el cual tenemos que reconocer que nos impactó bastante, pues dista mucho de las residencias para ancianos que conocemos). El padre Carlos nos contó que la parroquia está tratando de hacerse con el lugar, para poderles dar una vida más digna a las personas que allí residen. Los siguientes lugares que visitamos fueron el hospital y las dos casas de maternidad. Son muchas las mujeres embarazadas, y es importante que tengan lugares con las condiciones necesarias para poder estar atendidas los días previos al parto.

Jueves y viernes, al igual que en Siuna, tuvimos las capacitaciones con los maestros. Dos días nos saben a poco, pero tratamos de aprovecharlos al máximo. Aprendizaje cooperativo, mediación, salud, higiene, educación ambiental... Poco a poco fueron pasando las mañanas, y lo mismo con las tardes, entre juegos, canciones, vídeos y talleres de reciclaje. Finalizamos, como en los demás pueblos, con la película El Maestro.

Como el padre Carlos tenía que viajar a Managua por diferentes motivos, pasamos el sábado con las monjas que viven junto a la casa parroquial, las hermanas de Marilam. Con ellas hicimos por la mañana lo que llaman “giras urbanas”, es decir, visitar familias por diferentes barrios del pueblo. Nos dividimos en dos grupos para poder abarcar más lugares. María Rosa y Eduardo fuimos con la hermana Basilia, y Rufino fue con la hermana Flora. De esta manera, pudimos conocer de primera mano cómo viven aquí las familias, qué necesidades tienen... Todas las casas que visitamos nos abrieron sus puertas, y tuvimos un rato para conversar. Hay casas en las que conviven varias generaciones (abuelos, hijos, nietos e incluso bisnietos), en otras solo una familia... y todas tratan de salir adelante. Se trata de una labor muy importante que hacen las hermanas para mantener el contacto con los vecinos del pueblo, y agradecemos que nos dejaran formar parte de ello.

Por la tarde, las hermanas estaban invitadas a una clausura de retiristas (lo que nosotros conocemos como cursos de cristiandad), y las acompañamos. Fuimos caminando hasta la comunidad del Papayo 1 (no muy lejos, pero había una gran subida). Allí asistimos a la celebración de la palabra (sin sacerdote), y después a la comida. Allá donde vamos nos presentan y nos sentimos muy acogidos.

El domingo lo dedicamos a descansar. El padre Carlos volvió de Managua, y le acompañaba el que a partir de ahora sería el nuevo vicario: el padre Cristóbal. Así que por la tarde las hermanas, los monaguillos y la cofradía del Divino Niño le tenían preparado un acto de bienvenida. El grupo de música de la cofradía ambientó la velada con diversas canciones típicas a ritmo de marimbas y guitarras. Incluso nos animamos todos a hacer un par de juegos que nos propusieron.

Llegó el lunes, y con él, el último día de capacitaciones. Compartimos el día con cuarenta padres y madres de familia, que poco a poco fueron llegando (puesto que muchos de ellos viven en comunidades muy lejanas de difícil acceso). Volvimos a abarcar los temas de la higiene y alimentación, la salud y la mediación por la mañana. La tarde la dinamizó María Rosa con diferentes dinámicas, con el objetivo de compartir los valores de la educación en la familia. Hemos vuelto a acabar muy contentos, ya que las familias son muy dispuestas para trabajar y compartir.

Los dos últimos días antes de regresar a Managua pusieron el broche final del proyecto: las visitas a las escuelas y comunidades. Nos ha sabido a poco, pero han sido dos días muy intensos, y los hemos disfrutado y aprovechado al máximo. El martes, muy de mañana, salíamos junto con Gloria hacia la comunidad El Manantial. Para llegar hasta allí teníamos que ir en bus, pero llevaba dos días sin salir, y el martes no sucedió lo contrario, por lo que tuvimos que negociar con un taxi. El taxi nos llevó hasta Kubalí, y de allí uno de los técnicos (Berman) que iba en moto, hizo varios viajes con la moto para acercarnos hasta la comunidad. Dos padres de familia vinieron a buscarnos, y desde donde nos dejó la moto, nos tocó caminar. El camino era algo “complicado”, con muchas subidas y bajadas, y bastante embarrado a causa de las lluvias de los días anteriores. Pero cuando parábamos para descansar y coger un poco de aire, contemplábamos la asombrosa naturaleza que bordeaba la montaña y se nos pasaba el cansancio. Además, ese camino es el que recorren a diario muchos de los niños para llegar hasta la escuela (¡y llegan puntuales!). Desde lo alto pudimos admirar la belleza del paisaje que la rodeaba. En medio de un cerro, cercada por montañas, se encuentra la pequeña escuelita, construida hace tres años por los padres de los niños. Los alumnos nos estaban esperando desde bien pronto, y cuando llegamos, nos recibieron cantando el himno de La Salle. Habían sacado los pupitres al exterior (el entorno invitaba a ello), y comenzaron su acto cultural. Bailaron, cantaron, recitaron poesía... E incluso algún padre de familia se atrevió a entonar un par de canciones. Las mamás, por su parte, preparaban el almuerzo para los niños en una pequeña cocina que también ellos habían construido. Tras el acto, nos tocó el turno a nosotros, que teníamos preparados para ellos juegos y canciones. ¡Qué bien lo pasamos! Desde Santa Rita, ya teníamos ganas de pasar un rato con los niños.

Tras almorzar y descansar un poco, pusimos rumbo hacia la siguiente comunidad, El Guayabo, para visitar la segunda escuela “Los Milagros”. Para llegar hasta allí, fuimos en bestia (a caballo), acompañados por dos padres de familia. Allí nos esperaban los tres maestros, con los que pasamos el resto de la jornada. Por la mañana, muy temprano, comenzaban a llegar los primeros alumnos. Algunos tienen que caminar hasta una hora para llegar a la escuela. Eso es algo que nos sorprende y a la vez nos admira. Son niños con muchas ganas de estudiar, sin importar la distancia o la dificultad del camino. Y así un día tras otro, y siempre con la misma ilusión. La mañana transcurrió entre risas, gritos, juegos, canciones y bailes. ¡Qué vitalidad! Pasamos un rato muy agradable con todos ellos. Tras el receso, tuvimos un rato para compartir impresiones con algunos padres y madres de familia que también se habían acercado hasta la escuela. Nos hablaron de su implicación en ella, de sus intereses y de sus preocupaciones.

Y tocó el momento de volver. Esta vez combinamos la moto y el autobús (Rufino también practicó algo de natación... Es lo que tienen las lluvias tropicales, que te pillan de repente).

Ya desde Managua, sólo tenemos palabras de agradecimiento, en primer lugar, para el padre Carlos, por abrirnos las puertas de su casa de par en par, a Andrés, siempre tan alegre, a las hermanas misioneras, y por supuesto, al equipo técnico, con Gloria a la cabeza, por estar tan pendientes de nosotros. Ahora pasaremos unos días visitando, junto con el hermano Manuel Estrada, algunos de los lugares más importantes del país. Os seguiremos informando.