Cuando leas esta crónica, nosotros estaremos volando. O quizás, cuando leas esta crónica, ya hayamos llegado. O tal vez la leas cuando hayan pasado unos años, y estas líneas queden en el recuerdo. Pero, sea cual sea el momento en el que nos leas, el sentimiento será el mismo. Porque hay cosas que nunca cambian. Hay emociones, vivencias, hechos, que el paso del tiempo no es capaz de borrar.

Fuimos el primer grupo en dejar España, y somos el último en marcharnos. Estos días que hemos pasado en Managua han sido el paso intermedio (y necesario) entre nuestro proyecto de voluntariado y el ya inminente regreso a España, aprovechando para conocer un poco más Nicaragua. Tuvimos la gran fortuna de visitar el volcán Masaya (en actividad) de noche, y contemplar su magma en ebullición. Recorrimos algunos de los barrios más pobres de la capital (“para ver la pobreza hay que salir del pavimento”). Asistimos a un fabuloso ballet folclórico nicaragüense en el teatro Rubén Darío. Recorrimos el cráter del volcán Mombacho y visitamos la ciudad de Granada. Hemos contemplado la laguna de Xiloá, de Apoyo, de Managua... Y hemos admirado la majestuosidad de la cadena volcánica (el Momotombo, el Momotombito, el Santa Clara, el Telica, el Cerro Negro...). Los hervideros de San Jacinto son otra de las maravillas de la naturaleza que hemos visto, y hemos terminado con la ciudad de León y las obras lasallistas tan importantes que en ella están, además de darnos un baño en el océano Pacífico. Todo ello en apenas tres días y acompañados por el mejor guía que podíamos desear, el imparable Hermano Manuel Estrada.

Y si estos últimos días han pasado rápido, no somos capaces de expresar con palabras la velocidad con la que han transcurrido las seis semanas que hemos estado en Nicaragua. Cuando uno disfruta, el tiempo pasa volando, y en nuestro caso, lo multiplicamos por tres, los tres #Nicas16.

Las capacitaciones con maestros y padres han sido tiempos de descubrir, de compartir, de aprender, de soñar con que el futuro está en los niños y las niñas, y sobre todo, de seguir ilusionándonos con que somos lo que somos por las muchas personas que han pasado, pasan y pasarán por nuestra vida. Queremos dar las gracias a los equipos de coordinación que nos han acompañado, y en especial a Pablo, a Ricardo, a Danilo y a Gloria.

Hemos tenido la grandísima suerte de compartir tiempo con los sacerdotes que nos han acogido en sus casas, y con comunidades de Hermanas. Todos ellos nos han mostrado la gran labor pastoral que realizan en las comunidades. A vosotros, Gricerio, William, Jairo y Carlos, infinitas gracias por el trabajo que realizáis y por habernos permitido formar parte de él.

Las visitas a las escuelas el Manantial y los Milagros fueron un golpe de realidad. Pero no de cualquier realidad, sino de la que viven los cientos de maestros del Vicariato con los que hemos compartido las capacitaciones. Gracias en especial a los maestros, padres, madres y alumnos que estuvieron con nosotros esos días, y nos recibieron con tanta alegría.

Toda nuestra labor no habría sido posible sin la coordinación con el responsable general de educación del Vicariato, Velisario. Gracias por tu labor, por tu entusiasmo y por tu eficacia. Y gracias, por supuesto, a Marcos, por llevarnos y traernos de acá para allá. Gracias a Evenor, a María, y a todos los trabajadores de la pastoral educativa.

No podemos dejar de mencionar a los obispos Pablo y David, que se han estado preocupando por nosotros, y nos han visitado también al terminar nuestra labor y darnos su bendición.

Y por último, mil gracias a la Comunidad de Hermanos que nos ha acogido durante nuestros primeros y últimos días en Managua, y muy en especial al Hermano Manuel, que nos ha acompañado a conocer algunos de los lugares más bonitos del país.

Y ya sólo nos queda despedirnos, con el corazón entre Nicaragua y España...