“Si sigue lloviendo y el río está muy hondo y no pueden cruzarlo para llegar a su casa, pueden quedarse en la mía. Está a tres cuestas de aquí”. Esto nos dijo un niño de no más de 5 años de la escuelita rural Norman López Castro. Este es sólo un pequeño reflejo de la hospitalidad y el cariño que recibimos aquí a diario.

Con abrazos sinceros nos despedimos de Siuna, según el plan previsto, el día 2 de agosto para dirigirnos a Santa Rita y Mulukukú. En Santa Rita tuvieron lugar la última visita a la escuela La Salle y la formación de maestros. En Mulukukú, el padre William nos acogió en su casa y con él compartimos desayunos y cenas.

 

En estos pequeños encuentros degustamos distintos platos nicas como los exóticos nacatamales –envueltos en hojas de banano–, pinolillo –bebida de maíz, cacao y azúcar–, los tostones –plátano frito– o las repochetas –tortas de maíz con frijoles machacados, repollo y queso–, pero no sólo eso: también compartimos confidencias, anécdotas y nos ayudaron a comprender la situación social de la actualidad nicaragüense.

 

Ahora ya en Managua, en las horas previas a embarcar, hacemos recuento de lo vivido y no podemos estar más que agradecidos a todas las personas que nos han ido acompañando en este Voluntariado en Managua, Waslala, Siuna, El Ocote, Santa Rita y Mulukukú. Sin ellos, estos cuarenta días habrían sido muy difíciles y carentes de significado. Gracias por tanto. Hasta siempre, Nicaragua