Con el comienzo de la semana, llegó la hora de trabajar, el sudor, las agujetas y el cansancio. Cada persona realiza una función diferente en la obra, bien sea transportar bloques, arena, y piedra; cavar, serrar los filamentos de hierro para preparar la estructura de la casa… algunas tareas pueden parecer más importantes que otras, pero todas son esenciales para que el proyecto salga adelante. La verdad es que poco podemos aportar porque ellos son capaces de hacer en un viaje lo que a nosotras nos lleva tres, como Jane Clod que llena su carretilla con 14 bloques a pesar de sus 18 años. Al final lo más importante no es el trabajo, sino las conversaciones que tenemos entre cubo y cubo. Poco a poco nos acostumbramos a la nueva rutina, levantarnos temprano, para orar a las 6:30 y a aprovechar cada rato libre para pasar tiempo con nuestros nuevos amigos. Parece que nosotros/as también nos estamos ganando un hueco en sus corazones pues el miércoles en la oración de la tarde, Obama, con el que todos/as tenemos una conexión especial, nos conmovió rezando el Ave María en nuestra lengua, con todo el esfuerzo que ello supone, nuestros brazos se “respigaron” y no pudimos contener la emoción, hizo que nos sintiéramos como en casa.

Por fin conocimos el pueblo de Mbalmayo, en él no faltaron pequeñas manos que nos saludaban, pues los más pequeños y pequeñas enseguida salían a las puertas de sus casas con una gran sonrisa a decirnos “bonjour”. En apenas unos minutos encontramos la amabilidad de la gente del vecindario, tan pronto se pararon a saludarnos y a ofrecernos cacahuetes, como nos dieron cobijo en una tienda para poder resguardarnos de la lluvia.

También visitamos el campamento de Nina, que estaba repleto de niños y niñas con las mismas ganas que nosotros/as de jugar, cantar y bailar. Nuestra visita causó tanto revuelo, que enseguida un renacuajo con la camiseta a rayas, sin decir ni una palabra solo con gestos nos organizó a todos/as para jugar con él y sus amigos/as al balón.

A la vuelta nos esperaba una gran tormenta (algo normal en esta época del año) que nos acompañaría todo el camino, pero nos lo tomamos con alegría y regresamos a nuestra casa bailando y cantando bajo la lluvia, nunca nos imaginaríamos que algo tan simple nos iba a regalar un recuerdo repleto de felicidad que quedará por siempre en nuestros corazones.

“Je m’appelle XXX quand je danse oooo (oya)
Je vais vous montrer toutes mes piches ooo (oya)
Mayele ma mayele ma mayele ooo (oya)”