Mirar al Sur / Noticias
A todos nos resulta familiar ciertamente ese miedo a habernos equivocado que sigue a toda gran decisión y que se va intensificando según se acerca el momento de la verdad. Debo confesar que no fue una decisión precisamente fácil la de emprender esta nueva experiencia en solitario por la India y confieso también (ya puestos…) que frecuentemente se cernía sobre mí la duda acerca de la idoneidad de mi elección: ¿y si no es como lo recuerdo? ¿y si estaba todo idealizado en mi cabeza? ¿y si no encajo con la Comunidad de Hermanos donde resida? ¿y si ocurre algo y no tengo a nadie de confianza con quien compartirlo? Las horas interminables en el aeropuerto, la falta de sueño y el estrés de los sucesivos controles de seguridad no contribuyeron demasiado a disipar esa postrera actitud vacilante… más bien lo contrario: solo ayudaron a conferirle un mayor sentido de realidad que el que objetivamente podía existir en mi mente.
Por si semejante hándicap interno fuera insuficiente, el aterrizaje en Madurai vino cargado de nuevas sorpresas: un inesperado cambio de planes hacía que mi destino se alejase de la Comunidad de Kelamudiman donde estaba pensado que pasara mis días y se adentrase, en cambio, en una nueva comunidad, un nuevo colegio y un nuevo Estado de la India: Andhra Pradesh. En ese momento, mis alertas bien desarrolladas por la mentalidad occidental se dispararon y solo alcancé a consentir y pedir un espacio de reposo para paliar mi somnolencia.
Nos hemos despertado la mañana del martes 3, de madrugada, para embarcarnos rumbo a nuestro siguiente destino. Tras dos aviones y unas cuantas horas, hemos llegado al aeropuerto de Madurai, donde el Hermano Inego nos estaba esperando.
Ya nos quedaba poco tiempo para llegar a nuestro hogar del Sur. Al llegar, todos los chicos nos estaban esperando entusiasmados, con muchas ganas de conocernos y preguntarnos un montón de cosas. Lo primero que hicieron, por supuesto, fue ofrecernos su ayuda con las maletas. Ahí pudimos comprobar la hospitalidad de la gente de este lugar.
Después de trece horas de viaje ¡por fin estamos en la India! Al llegar a Calcuta, Pushpa nos estaba esperando. Al salir del aeropuerto el calor nos golpeaba, pensábamos que iba a ser duro soportarlo… y lo fue, al menos los dos primeros días; pero al tercero ya estábamos acostumbrados (más o menos).
Las primeras horas allí nos sirvieron para comprobar que la actividad de la ciudad nunca cesa. Una vez instalados y conscientes de dónde nos encontrábamos, comenzamos a caminar y a visitar lugares. Hemos ido a cuatro de las casas en las que las Hermanas de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta ejercen su labor solidaria, ayudando a los más necesitados (bebés, niños/as, mayores, enfermos…)
Estamos a viernes 30 de Junio, es muy pronto, aún no ha amanecido. Estamos desayunando y marchamos a Madrid para embarcarnos hacia la India.
Aquí estamos este grupo de voluntariado internacional de PROYDE, que hemos aceptado el reto de, juntos, ir a estar con nuestros hermanos del Sur. Nuestros hermanos más empobrecidos. Siempre hermanos nuestros.
Allá, cuando lleguemos, hay solo una actitud, idea, sentimiento... muy importante: vamos a estar con ellos y ellos con nosotros. Ellos y ellas, nosotros y nosotras.
El ruido del frenazo nos despertó a todos: Habíamos llegado a Nagapattinam, lo que sería nuestro nuevo hogar por las próximas semanas. Tras el largo viaje en autobús desde Madurai se había hecho de día pero, a pesar de nuestra curiosidad por conocer todo, el cansancio nos vencía y había que descansar un poco primero. Cuando despertamos, lo primero fue conocer la Comunidad de Hermanos que nos acogía y la casa donde íbamos a vivir, además del trabajo que debíamos hacer durante nuestra estancia aquí, el cual todos pensamos en ese momento que no era poco, por lo que habría que trabajar duro. Horas después, llegó el gran momento: fuimos a conocer a los niños con los que compartiremos nuestro tiempo en el colegio.
El recuerdo que tenemos todos de ese momento es de pura emoción. Y qué sonrisa más tonta se nos pone al recordar entrar a la sala donde todos los niños del colegio, junto con los profesores, se encontraban esperándonos, listos para recibirnos. Este primer encuentro fue acompañado de un polo personalizado del uniforme del cole y un pañuelo que nos regalaron a cada uno, como símbolo de bienvenida, y el cual agradecimos de todo corazón. Y era solo el comienzo, pues en realidad, desde ese momento todo lo que tenemos hacia ellos es agradecimiento: Desde las primeras flores, o pulseras, que nos regalaron las profesoras a las chicas, hasta cada beso, abrazo, mirada de gratitud o lección que nos dan los niños.
Leer más… Es un gusto amargo lo que se siente al descubrir las callejuelas de Nagapattinam
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