Mirar al Sur / Noticias
Permitidme que os hable durante algunas líneas sobre el colegio que los Hermanos de La Salle tienen a las afueras de la pequeña aldea de Keesara, en pleno centro del Estado de Andhra Pradesh, a escasos 50 km de su capital, la ciudad de Vijawavara, en cuyo aeropuerto aterrizó hace algo más de una semana el quinto avión que incluía el comienzo de mi periplo por la India.
Una doble puerta metálica con salida directa a la autovía permite al visitante comenzar un despejado sendero de tierra que discurre entre plantaciones de algodón. Antes de doblar la primera curva, una imagen de la Virgen hace las veces de señal para indicar que en el seno de aquel lugar se habla cristiano, lo cual tiene poco que ver con la adscripción a un conjunto de creencias religiosas. Transcurridas un par de curvas más, un gran edificio abandonado sacude la curiosidad de un espectador que, rápidamente, se encontrará dialogando con los inquilinos de la pequeña casa levantada a uno de sus lados. Allí habitan algunas de las personas que trabajan para la escuela; en la actualidad, en concreto, el conductor de uno de los autobuses y la cocinera con sus respectivas familias. También allí, uno puede dar rápida respuesta a su incipiente curiosidad: hace algunos años, aquel lugar alojaba los grados 11 y 12 de la escuela, el equivalente a nuestro bachillerato. Por alguna razón, con la cual nadie parece estar demasiado conforme en la zona por la información que he ido obteniendo, en un momento dado se decidió prescindir de este servicio.
La segunda etapa de nuestro viaje comienza un martes 24 de julio. Ese día, Marta, Natalia y Rufino, acompañados por Auboubacar y el hermano Kienou (a los “mandos” de la furgoneta) viajamos desde Toussiana a Bobo-Dioulasso. Y, de repente, la lluvia… ahí estaba para recibirnos y convertirse en compañera diaria durante nuestra estancia en la segunda ciudad más grande de Burkina Faso.
En Bobo-Dioulasso, la ciudad de los “Dioula”, de los comerciantes (dioula tiene doble significado: etnia dioula y comerciante) la gente vive de pequeños comercios y rara es la persona que no se mueve en moto o en bicicleta, ya que “Bobo” (así la llaman aquí, por la otra etnia originaria de la ciudad) es una ciudad en la que se va edificando a lo largo y a lo ancho del territorio y las distancias son más bien largas. Además, por esta razón, se van perdiendo las tierras y las zonas de cultivo en la ciudad, por lo que la mayoría de la gente se dedica al comercio.
Después de pasar nuestros primeros quince días en Toussiana, aquí seguimos, disfrutando a tope de esta experiencia por tierras africanas.
Mirando atrás nos damos cuenta de que poco a poco todo esto nos va resultando más familiar y va formando parte de cada uno de nosotros. Después del primer fin de semana de llegada a Toussiana y acondicionamiento y de ese primer impacto de colores y de vida con el que nos encontramos, hemos pasado nuestras primeras dos semanas completas en Burkina Faso, han sido dos semanas bastante intensas, en las que nos hemos dedicado básicamente a dos cosas: a la construcción de una cancha de baloncesto para el nuevo centro de bachillerato (propiedad de los Hnos de La Salle) que están construyendo junto a uno de sus internados (por las mañanas) y a realizar actividades, talleres y juegos con niños y niñas (por las tardes). A diario compartimos con los hermanos “su ritmo” de vida, por las mañanas (menos los lunes y sábados) celebramos la eucaristía y por las tardes (antes de la cena) rezamos juntos. Intentamos también tener algunos ratos personales de lectura y descanso, para cuidarnos y poder estar bien preparados para afrontar cada día.
Otra semana más en Mangalagiri. El tiempo se nos está pasando muy rápido, ya solo nos queda una semana más y comenzamos a sentir la tristeza por tener que abandonar el que ya es nuestro segundo hogar. Cada día intentamos aprovechar al máximo el tiempo pero nos sabe a poco. La complicidad y la hospitalidad que aquí nos ofrecen es tal que realmente nos sentimos en casa, como parte de esta gran familia lasaliana.
Esta penúltima semana los chicos estaban muy ocupados con sus estudios porque tenían los exámenes parciales, por lo que le hemos dedicado un poquito más de tiempo al trabajo. Tanto al comedor (el proyecto) como al resto del lugar, intentando echar una mano a las necesidades que nos presentaban los Hermanos.
Volvemos a escribiros para contaros cómo nos han ido estas semanitas. Después de la anterior crónica en la que os contábamos la buena relación que tenemos con los chicos, ahora podemos decir que es mucho mejor. El sábado hemos ido de excursión todos juntos a ver un montón de templos. El día se presentaba muy interesante y estábamos entusiasmados, pero sin duda, ha superado nuestras expectativas. El viaje comenzó subiéndonos a la furgoneta y, al arrancar, los chicos se pusieron a bailar en el pasillo. ¡Hay que ver lo bien que bailan! Después de insistirnos bastante bailamos nosotros con ellos pero vamos, ni punto de comparación.
Cuando llegamos a la primera parada, ellos mismos fueron quienes se preocuparon y se encargaron de hacernos saber dónde estábamos y de contarnos al detalle la historia del lugar. Todos estaban pendientes de nosotros, de que no nos perdiéramos y de que no nos quedásemos atrás admirando el paisaje. A la hora de la comida, cómo no, lo hicimos al estilo indio (con la mano, sin levantar el codo de la rodilla y en el suelo) y, aunque ya habíamos practicado en casa, los niños también nos dieron consejos y nos explicaron qué podíamos y qué no podíamos hacer mientras comíamos.
Página 15 de 201